“Esta historia no le conviene al Estado, pero por nosotros no ha quedado”.
México.- El 22 de octubre de 1999, un grupo de hombres armados vestidos con ropa militar negra entraron a una casa de San Luis Potosí donde estaba Gloria Arenas Agis. Luego de someterla, le preguntaron por los documentos del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), la organización en la que militaba. También le preguntaron por las armas que había en la casa.
—Aquí no hay armas –dijo ella.
—Pues deberías de haber tenido –respondió el hombre.
Después la reunieron con Jacobo Silva Nogales, el Comandante Antonio, su pareja, quien ya estaba detenido, tirado en el piso y sangrando a causa de la tortura a la que lo habían sometido. Ambos pasaron casi diez años en prisión, hasta conseguir su libertad a finales de 2009.
En los dos últimos años de su encierro en el Centro de Rehabilitación Social (Cereso) de Chiconautla, en Ecatepec, Estado de México, Gloria Arenas recibió la visita del escritor John Gibler, a quien decidió contarle la historia de su vida. En 2011, la editorial Random House Mondadori publicará en español el volumen con el nombre de “México rebelde”.
En un diálogo, la guerrillera presa le dice al escritor: “Te voy a contar cómo surgió el ERPI. Esto es algo de lo que no se ha hablado mucho, y no sé por qué, porque los documentos cayeron (en manos del ejército) en El Charco; a lo mejor porque esta historia no le conviene al Estado, pero por nosotros no ha quedado”.
Explica que en el clandestinaje, la célula del EPR, que después fundaría el ERPI, empezó a confrontar su forma de ver la política con la de los otros estados y luego nos fuimos dando cuenta que nuestras prácticas eran bastante distintas a las de los demás.
“Vivimos un proceso muy similar antes de que el EZLN se levantara en 1994; esto le pasó al grupo en el estado de Guerrero. Entramos a Guerrero y nos topamos de inmediato con el hecho de que en las comunidades no puedes llegar a decirle a la gente qué hacer, sino más bien tienes que obedecer lo que ellos quieren que se haga.
“Lo segundo: en Guerrero la represión siempre ha sido muy intensa, más que en otras regiones. Y justo donde la gente más debería de tener miedo, no tiene miedo, y se une a los movimientos sociales. Teníamos la idea de que la lucha armada era un tipo de lucha superior, y entonces el núcleo del grupo armado debía encabezar el movimiento social pacífico. Y al final, el movimiento que fuimos a encabezar se convirtió en el movimiento al que escuchamos y del que aprendimos.
La colisión con el EPR fue inevitable, explica Gloria Arenas a Gibler: “Así fue que en Guerrero obtuvimos un análisis muy distinto al de las otras regiones. Los líderes del EPR pararon el proyecto de expansión; seguían en la misma guerra marxista-leninista a largo plazo. Pero nosotros sabíamos que no podíamos volver a ese camino. Cuando tratamos de compartir nuestras experiencias, la pequeña apertura que había para esa clase de discusiones se cerró de inmediato. No queríamos separarnos, ni siquiera lo habíamos pensado, pero las acciones de la dirigencia para aislarnos y evitar una división hicieron que la separación fuera inevitable”.
Claves
Reflexiones
• ”Si quieres tratar de construir algo, tienes que pasar por un largo proceso comunitario. Los soldados del EPR entraban a las comunidades con sus botas de combate y sus uniformes y sus mochilas”, señala Arenas.
• ”En vez de imponer dogmas a la gente, empezamos a escuchar, y cambiamos algunas de nuestras prácticas. Eso fue lo primero que nos llevó a dividirnos”.
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